sábado, 26 de mayo de 2012

LA ROSA DE LA LUJURIA



Aquella silenciosa sombra masculina se dirigía hacía mí, mientras la música sonaba.  Sus ávidas pupilas clavadas fijamente en mis senos, comenzaban a  incomodarme. Intenté  ceñir   el escote de mi blusa a mi cuello para disimularlos, pero sus manos comenzaron a deslizarse por debajo de mi falda. 

Ellas fueron capaces de lograrlo, de transformar la congoja en regocijo. 
El delirio de una caricia me transportó a un lugar desconocido, a un lugar donde jamás había estado antes, a pesar de mis años.

Encontré sin proponerlo a un vendedor de bisoño, que entre sábanas de satén, aguardaba sosegado a que desvelase la sensualidad que abrigaba a lo más íntimo de mí ser.

Con él fui deshojando la rosa de la lujuria y descubrí como esculpía uno a uno los brillantes del deseo y un apetito voraz por la carne hizo que desterrase a la correcta dama que albergaba en mí.

Bebí de su amor tantas veces como gotas de lluvia puedan caer en otoño.
En cada encuentro, caminé por senderos de gloria. Era como una adicta necesitada de somníferos.
Pero pronto se evaporó como el aroma de un perfume barato, dejándome sumamente abúlica.  

Fue entonces, cuando me negué a continuar con mi anterior existencia, que me descendía de un modo insustancial. Y desde entonces,  cada día en su honor, coloco una rosa en mi pelo y despliego las alas de la lujuria, para derramar mi cólera en las esquinas con la excusa de conseguir, un puñado de monedas.

Autora Margary Gamboa. ©todos los derechos reservados.


3 comentarios:

  1. Muy bonito; cuando se baja al cielo , no puedes subir de nuevo a los infiernos.
    logus

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  2. Bellísimo desde el principio hasta la última lína, me atrapó completa, que bello que escribes!

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  3. Que bonito y sensual, que pena que sea tan cortito...aunque lleno de expresividad sensual...tu seguidor fiel.

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