La música sonaba a todas horas y aquel canto roto, quiso derramar sus lágrimas cansadas, hasta que se le acercó, la reina del pecado.
Danzó, sin tocar el suelo, etérea, vanidosa, y los
velos vaporosos fueron rozando su piel de seda, mientras él, quedaba anonadado.
Parecía,
la Diosa Afrodita consagrada y
como sutil mariposa alada, revoloteaba en una nota sostenida. Más él, solo deseaba poseerla, aunque no fuese más, que una víbora camuflada, hecha de consciente desmedida. En aquella tarde tranquila y sosegada, fue vertiendo caricias sublimes por su espalda, y ya no fue capaz de encontrar una cura, ni una pequeñísima salida.
Mientras observaba aquella imagen tan pura, ella, le ofreció su manzana dorada que le llevaría hasta una tiránica partida. Mas ya no hubo escapatoria, se dejó vencer por aquella diva, mientras ella con exquisita sutileza, lamía
sus heridas. Inocente, se creyó
su dueño y como sutil pécora despiadada, fue
robándole beso a beso hasta
su último halo de vida.
Margary Gamboa. ©todos los derechos reservados
hola, a partir de hoy te sigo, me agradó tu blog,,,
ResponderEliminarMe encanta eso de sutil pecora despiadada...
ResponderEliminarQue manera más dulce de morir, aunque sea en manos de una sutil pecora despiadada...un admirador fiel.
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