Al amanecer, salí a pasear un rato, caminé por aquel
parque entre la arboleda, con extrañeza percibí su sutil
aroma, embriagador como el clavo. Indagué entre aquel espacio, y
con sorpresa pude observar, a un rosal entre geranios.
Eran flores pequeñas, su especie, pitiminí, su
color, rojo apasionado.
Resplandecían como estrellas en el cielo y quise
poseerlas, para confeccionar un ramo.
Con inocencia, arranqué aquellas
rosas, pero pude observar con amargura, que al arrancarlas, sangre salía
de sus tallos, como si al truncarlas rompiera su encanto.
Intenté arreglar el entuerto, pero fue imposible
solucionarlo.
Con ellas se esfumó su sutil aroma, su resplandor y su
rojo apasionado, solo quedo la tristeza en forma de pequeños
tallos. En su espacio permanece perenne, un reducido charco, como si
penara extrañándole y sollozando, su incondicional amigo, el inocente
geranio.
Autora-Margary Gamboa
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